Pequeñas acciones, grandes resultados

 “Soy malo hablando en público”, “Soy miedoso para exponer”, “Soy pésimo comunicando”.

He escuchado muchas variaciones de esas afirmaciones a lo largo de estos casi 14 años de carrera. Y aunque no hay una varita mágica que te transforme en Obama de la noche a la mañana, siempre les digo que son esos pequeños cambios y ejercicios que vamos incorporando que nos ayudan a ganar confianza y a vernos a nosotros mismos bajo una nueva luz.

Hoy les comparto las palabras de Aitor García que espero les inspiren también en su camino a ser comunicadores poderosos:

La forma en que nos autopercibimos y/o nos 𝑖𝑑𝑒𝑛𝑡𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎𝑚𝑜𝑠 cambia en función de lo que ℎ𝑎𝑐𝑒𝑚𝑜𝑠 y de las consecuencias, en sentido amplio, que ello tiene.

Permitidme ilustrarlo con una historia:

P. verbaliza haber sido siempre un niño tímido y temeroso, incapaz de socializar. También verbaliza haber sufrido "bullying" en el colegio, y se da cuenta de que no es como es 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖́, de que tiene 𝑟𝑎𝑧𝑜𝑛𝑒𝑠 para ser tímido y temeroso.

Pero, pese a haber incorporado esto en su discurso y saber que es 𝑎𝑠𝑖́ por una serie de circunstancias, que ha cambiado hasta llegar a ser 𝑎𝑠𝑖́, no cree posible nuevos cambios a mejor; y tampoco, dice, tiene energías para soportar el esfuerzo que ello conlleva.

En el momento en que inicia esta historia, P. apenas sale de su casa para "lo justo y necesario", esto es, para tirar la basura, para comprar y para pasear escuetamente a su perrete. Y experimenta mucha ansiedad, cada vez más, cuando sale.

Pero pese a decir no tener esperanza ni energía, algo en él le impulsa a buscar ayuda. Un estado de 𝑝𝑟𝑖𝑣𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 muy potente es a veces motivación suficiente.

Damos un pequeño salto y pasamos directamente a la acción. Como P. va siempre mirando al suelo cuando sale y no media palabra con nadie porque dice que no le sale la voz, lo que empieza a hacer es alzar un poco la vista y fijarla en un punto concreto a la altura de los hombros...esto para ayudarle a fijar la atención, y, cuando se topa con alguno de sus vecinos, hará un saludo cabeceando hacia abajo, como esos de "quitarse el sombrero". Y será un alivio inmediato, pero también una victoria. Porque ahora la conducta de agachar la cabeza, aunque topográficamente igual, tiene una consecuencia muy distinta: está saludando. Y luego volverá a elevarla a ese punto concreto a la altura de los hombros.

Fijaos que hemos elegido una conducta que supone un esfuerzo mínimo.

Bueno, de repente P. está saludando a todos sus vecinos. Y mirando más al frente. Como pasear a su perrete es algo que le encanta, aprovechamos para ampliar el paseo y aumentar las oportunidades de interaccionar con vecinos cuando se siente con soltura.

El discurso privado de P. es muy distinto ahora. Es capaz de sentirse a gusto con las cosas que decide empezar a hacer, y se siente "en paz" con las cosas que, dice, no son para él.

Los cambios no son en aspectos grandilocuentes, son pequeñitos y pueden ser, en apariencia, irrisorios. Pero estos cambios insignificantes van transformando 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑠𝑜𝑚𝑜𝑠, porque 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 (nos decimos que) 𝑠𝑜𝑚𝑜𝑠 no es sino lo que ℎ𝑎𝑐𝑒𝑚𝑜𝑠



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