Su evolución y cómo te puede ayudar en tu propia forma de presentar:
1. Saber que nada está perdido si se tiene voluntad de mejorar. Ya lo vimos con la película basada en la vida real “El discurso del rey” y ahora con nuestro presidente en Ecuador. El orador nace pero también se hace.
2. Dar vida a las palabras mediante la fuerza en la voz y el uso del lenguaje corporal. Vemos como sus manos marcan cada palabra importante.
3. Conectar incluso mediante el contacto visual. No lee. Mira a todos los lados del salón.
4. Cuerpo expansivo comunica su confianza y seguridad.
5. Hay mayor fluidez en su expresión verbal porque no hace pausas en cada palabra…como…antes…lo…hacía. Solo pausar 2 - 3 segundos después de una idea o frase de impacto, que quieres el público procese o disfrute mejor.
6. No se trata de que el discurso sea más largo o corto que en su período anterior. Se trata de que aquí vemos Pathos, pasión. Esa emoción que ayuda a que el público conecte contigo y que se despierta con historias (como cuando nos cuenta la anécdota de lo que le decía su padre, Álvaro Noboa), con la voz y la sonrisa.
7. Hacer tuyo el discurso, aunque alguien te ayude a escribirlo. Practicarlo no solo para memorizar sino para lograr dar vida a las palabras. Muchas personas se quedan a mitad del camino y por eso al decir su discurso se siente robótico o poco conectado.
8. Iniciar y cerrar con fuerza, esa primera impresión marca el tono del discurso y cómo te despides es con lo que la audiencia se queda luego de escucharte. Asegúrate de que sea memorable.
(Y claro, a llevar esa Oratoria a la realidad en acciones concretas).
P.D. Me entrevistó Mariana Burgos en WQ Radio sobre este tema, así que puedes chequear la entrevista a partir del minuto 29: https://www.youtube.com/live/Ob7Y4_VazOU?si=UPXpBoenZJRD6-nJ